
El último informe sobre entregas de leche cruda a primeros compradores, publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y correspondiente a octubre de 2025, trae dos señales que golpean de lleno al sector lácteo gallego. Por un lado, los precios permanecen entre los más bajos de España. Por otro, el número de granjas activas cae por debajo de la barrera de las 5.000, un límite simbólico que el campo gallego esperaba no traspasar.
Una caída que no se detiene
Según los datos oficiales, en octubre solo 4.987 explotaciones gallegas entregaron leche, frente a las 5.284 de hace apenas un año. Si miramos cuatro años atrás, la fotografía es todavía más dura: han desaparecido alrededor de 1.400 granjas. No es solo una cifra; es la historia de cientos de familias que cierran la puerta de un modelo productivo que siempre estuvo ligado a la tierra y al entorno rural.
Galicia produce el 42% del leche del Estado… pero cobra menos
En cuanto al precio, las ganaderías gallegas percibieron de media 0,524 euros por litro, un ligero avance respecto a meses anteriores, pero aún por debajo de la media estatal (0,535 €/litro) y de comunidades como Castilla y León (0,551 €/litro) o Cataluña (0,529 €/litro). Es decir: Galicia produce casi la mitad de la leche de España, pero sigue cobrando menos.
Otro dato revela una realidad desigual dentro del propio sector. Según cifras de la Consellería de Medio Rural, la diferencia entre lo que cobran las explotaciones más pequeñas y las más grandes llegó en septiembre a 10 céntimos por litro: 43,47 céntimos las pequeñas frente a 53,26 las grandes.
Menos granjas, pero más grandes
Mientras desaparecen explotaciones, la producción total apenas se mueve. ¿Cómo es posible? La respuesta apunta a un modelo cada vez más concentrado. Tal como explica Xulio Fernández Carnero, coordinador del sector lácteo del SLG: «O espazo que van deixando unhas granxas, ocúpano outras que son cada vez de maiores dimensións».
El impacto es claro: menos granjas en los pueblos, pero instalaciones más grandes, más animales concentrados y más presión ambiental en zonas cada vez más reducidas. Un escenario que, como resume Fernández Carnero, expulsa a las explotaciones pequeñas y medianas y compromete la sostenibilidad social y ambiental del rural gallego.
Un sector que acumula problemas
Desde el Sindicato Labrego Galego recuerdan que a esta situación se suma una larga lista de dificultades que asfixian el día a día de las explotaciones: falta de relevo generacional, riesgo constante de enfermedades, trámites burocráticos interminables e incertidumbre legal.
A todo esto hay que añadir la presión de diferentes normativas —como el decreto de ordenación de granjas o el de nutrición de suelos— y de proyectos que compiten por los recursos del territorio: plantas de biogás, macrocelulosas como Altri, minas y otros proyectos industriales que reclaman espacio y subvenciones. Las políticas agrarias, denuncian, siguen empujando hacia inversiones cada vez mayores, algo inasumible para muchas granjas.
Además, la presión por la base territorial crece, en un contexto marcado por una PAC que consideran injusta y un futuro demasiado incierto como para planificar con tranquilidad.
Lo que exigen las ganaderías
El Sindicato Labrego Galego insiste: las políticas actuales siguen favoreciendo un modelo intensivo que no responde ni a las características del territorio ni al trabajo de las ganaderías familiares. Reclaman precios justos, medidas reales para frenar el cierre de explotaciones, apoyo al relevo generacional, menos burocracia y garantías que permitan a este sector —pilar del rural gallego— seguir vivo.








